Tesoros de la Biblia | Semana del 13 al 19 de Diciembre de 2021

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    TESOROS DE LA BIBLIA: La humildad es mejor que el orgullo.

     

    Seguro que hemos escuchado en más de una ocasión la afirmación de que dos no pelean si uno no quiere. Y es que, la humildad es la mejor arma, herramienta o cualidad para combatir un enfado. Es mucho mejor que sacar orgullo en esas situaciones, ya que lo único que podría hacer es empeorar las cosas.

     

    Esto es un ejemplo de lo que vemos en la imagen de nuestros hermanos predicando, en la que les atendió un señor que no tenía su mejor día y se le ve airadamente enfadado. ¿Es razón esta para que los hermanos se enfaden también? No, al contrario, si lo hacen, se ponen al mismo nivel que esta persona. Y lo más importante, estarían ensuciando el gran nombre de Dios al responder con las mismas malas maneras que este señor.

     

    Por tanto, recordemos ser humildes, aunque eso implique controlar, quizás nuestro carácter y nuestros deseos sobre qué decir en esa situación. Esto solo lo empeoraría y dejaremos una mala imagen de Jehová.

     

    Jehová, entre sus muchas cualidades están la humildad, la misericordia y la paciencia. Tres cualidades que debemos cultivar cuando predicamos o hablamos con los demás. Y hará que en lugar de que salga nuestro orgullo, seamos personas humildes y manejemos situaciones subidas de tonos de forma tranquila y apacible.

     

    Hemos de buscar siempre la paz como bien hizo Gedeón. Gedeón, con todo lo que pasó e hizo a favor del pueblo de Dios que estaba oprimido. Tenía todo el derecho a responder como quisiera a las acusaciones que le estaban haciendo su pueblo. Sin embargo, él contuvo sus emociones, fue razonable, humilde y paciente.

     

    Vamos a leerlo en Jueces 8:1-3 y vemos la situación en la que se encontró Gedeón sin ni siquiera quererlo ni buscarlo. Allí dice:

     

    “Entonces los hombres de Efraín le preguntaron a Gedeón: “¿Qué nos hiciste? ¿Por qué no nos avisaste cuando fuiste a luchar contra Madián?”. Y se lo reprocharon violentamente. Pero él les contestó: “¿Y qué hice yo en comparación con lo que han hecho ustedes? ¿No es mejor lo que sobra de la cosecha de Efraín que toda la vendimia de Abí-Ézer? Dios entregó a Oreb y a Zeeb, los príncipes de Madián, en sus manos. ¿Qué he hecho yo en comparación con ustedes?”. Cuando les habló así, ellos se calmaron.”

     

    La humildad que impulsó a Gedeón a responder de esta manera y no usar el mismo tono de reproche contra ellos, hicieron que se calmaron. La humildad es mucho más poderosa que el orgullo.

     

    Gedeón usó palabras muy bien escogidas y enlazadas para dar tranquilidad con lo que había dicho y evitar la confrontación. Evitó, nada más y nada menos, que lo que pudo ser una guerra entre tribus. Ya que la tribu de Efraín puede que tuviera un problema de orgullo y engreimiento muy grande, pero Gedeón buscó la paz.

     

    Paz que debemos buscar todos nosotros como siervos fieles de Jehová y humildes que somos. No solo en la predicación o cuando damos declaración pública del nombre de Dios sino también en todos los actos de nuestra vida diaria y también privada, ya sea con familia o amigos.

     

    Evitando las confrontaciones, los resentimientos y los reproches, por muy pequeños e insignificantes que puedan parecer. Ni siquiera debemos dejar caer lo que llamamos “puntillas” con nuestro prójimo. Ni comentarios del estilo: “te lo dije eh” después de que tuvieras razón en algo. Seamos humildes, elijamos bien las palabras que usamos en todo momento como Gedeón.

     

    Que nuestra habla sea siempre para edificar y no para meter puntillas a nuestro prójimo. Con esto no estaremos demostrando nada, sino que no somos humildes.

     

    De esta forma no estaremos buscando nuestra gloria personal, ni dándonosla de nada. Sino que en todo momento estaremos pensando en los intereses de Jehová y sobre su amor hacia su pueblo, dándole gloria a su nombre que es Él único que la merece.

     

    Tal como se la dio Gedeón y que podemos leerlo en Jueces 8:22,23. Allí dice:

     

    “Más tarde, los hombres de Israel le dijeron a Gedeón: “Gobiérnanos tú, y también tu hijo y tu nieto, porque nos has rescatado de las manos de Madián”. Pero Gedeón les dijo: “No seré yo el que los gobierne ni tampoco mi hijo. Jehová es el que los gobernará”.

     

    ¿Notamos la respuesta de Gedeón? Él podía perfectamente haber dicho que sí y gobernarlos. Pero su respuesta fue muy clara. Gedeón no quería gloria y no dudó ni un solo momento de a quien le correspondía esta gloria, a Jehová.

     

    Diciendo, que ni él ni su hijo iban a gobernar. Que el único gobernante es Jehová. Gedeón es un excelente ejemplo de lo que significa ser modesto. No solo por esta situación concreta sino desde el principio.

     

    Fue el mismo Gedeón quién dijo que no estaba preparado para el encargo de Dios. Que habían otros hombres mucho mejor preparados que él para este cometido. Pero Jehová lo eligió a él, y aunque le costó al principio, desempeñó su labor tal como le había mandado y siempre buscó su guía.

     

    Además, en ningún momento utilizó esta asignación o lo que estaba logrando para dárselas de nada ni destacar sobre los demás, sino que le dio la gloria a Jehová de todo lo que se había logrado. Era consciente que todo esto provenía de Dios.

     

    Así es como combatimos en este cruel sistema, con humildad. No con orgullo, porque esto no depara nada bueno, ni a corto plazo ni a la larga. Y Abimélec sabe mucho sobre esto.

     

    Fue un hombre orgulloso desde un principio, todo lo contrario que Gedeón. Es el ejemplo opuesto y un magnifico ejemplo de los frutos que da el orgullo. Vamos a leerlo leyendo los pasajes bíblicos de Jueces 9:1,2,5 y 22-24.

     

    “Con el tiempo, Abimélec hijo de Jerubaal fue a Siquem a ver a los hermanos de su madre. Y les dijo a ellos y a toda la familia de su abuelo materno: “Por favor, díganles a todos los líderes de Siquem: ‘¿Qué es mejor para ustedes: que los gobiernen los 70 hijos de Jerubaal, o que los gobierne un solo hombre? Y recuerden que soy de la misma sangre que ustedes’”.

     

    El 5:

     

    “Después de eso se fue a la casa de su padre, en Ofrá, y mató sobre una misma piedra a sus hermanos, los hijos de Jerubaal, 70 hombres. Solo sobrevivió Jotán, el hijo menor de Jerubaal, gracias a que se había escondido.”

     

    Y los versículos 22-24:

     

    “Abimélec gobernó Israel por tres años. Entonces Dios dejó que hubiera enemistad entre Abimélec y los líderes de Siquem, y ellos traicionaron a Abimélec. Esto ocurrió para que se vengara la muerte violenta de los 70 hijos de Jerubaal, para que los culpables pagaran por la sangre derramada: Abimélec, por haber matado a sus hermanos, y los líderes de Siquem, por haberle ayudado a matarlos.”

     

    ¡Qué gran diferencia con Gedeón! Que gran diferencia lo que es humildad y orgullo y arrogancia. Está claro como debemos actuar, está claro qué cualidad tiene el favor de Jehová y cuál no.

     

    Si queremos tener este favor de Jehová siempre, tenemos que ser de mente humilde y eliminar todo indicio de orgullo y arrogancia de nuestro corazón y de nuestra mente.

     

    La humildad no solo nos ayudará a que situaciones como la de la imagen no vayan a más. Sino que estaremos dando testimonio y podremos apaciguar a las personas enfadadas obteniendo un verdadero fruto. ¿Y que mayor fruto que el de contar con la aprobación de Jehová?

     

    Por eso hermanos y hermanas, seamos humildes en todas las facetas y ámbitos de nuestra vida, tanto pública como privada.

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