“Cómo capacitar a otros” – Discurso 28 de Febrero a 6 de Marzo 2022

Discurso (5 minutos). Basado en La Atalaya de 15 de Abril de 2015 con el tema: “Cómo capacitar a otros”. 

La lección a trabajar es la 19 con el tema: “Llegar al corazón”. Esto lo logramos ayudando a los oyentes a hacerse un autoexamen, fomentar la motivación correcta y dirigir la atención a Jehová. 

La labor de capacitar a otros es muy difícil y ardua. Muchas personas no creen estar preparadas para ser maestros, e incluso, esto se estudia en este sistema en forma de carrera universitaria para enseñar a las personas. Más allá de cómo enseña este sistema, Jehová nos ha mandado que debemos enseñar y capacitar a otros. No solamente lo hacen los ancianos con la congregación, sino que todos debemos hacerlo. 

Hay dos ingredientes que son claves en la capacitación de otros, y es cómo debemos hacerlo para que de frutos: 1) tenemos que enseñar de buena gana y 2) tenemos que ser amigos, no solo maestros. 

Nuestra enseñanza, ya sea por conocimiento o experiencia a los demás, tiene que ser de buena gana, así nos insta la Biblia en 1 Pedro 5:2 que si me acompañan a leerlo dice: “pastoreen el rebaño de Dios (…) de buena gana ante Dios, no por amor a ganancias deshonestas, sino con empeño”. 

Nuestra ayuda, capacitación, enseñanza tiene que ser pura y sincera. Sin intereses encontrados o celos. Sino de forma honesta y por amor. Nuestra imperfección humana puede llevarnos a pensar que si preparamos a otros para llevar labores de responsabilidad podemos terminar siendo desplazados o los vemos como competidores. Estos pensamientos de este estilo y sentimientos son motivados por los celos. Como siervos de Dios, cultivamos el amor al prójimo y debemos ver a nuestros hermanos y estudiantes como dice 2 Corintios 1:24, los vemos como “colaboradores”. 

Porque hermanos y hermanas, recordemos una frase que usamos mucho y fue dicha por Jesús. Y vamos a leerla en Hechos 20:35: 

“En todo les he demostrado que deben trabajar así de duro para ayudar a los que son débiles y que deben recordar estas palabras que dijo el Señor Jesús: ‘Hay más felicidad en dar que en recibir’”.

Por tanto, vemos que debemos enseñar de buena gana, pero esto no termina aquí. Sino que un buen maestro es también un amigo. A diferencia de las clases regladas de hoy en día, se le paga a un maestro por dar una lección, aprenda o no el estudiante, apruebe o suspenda. 

El pueblo de Dios es muy diferente, y cada uno, dependiendo de lo que estemos aprendiendo o de nuestras circunstancias personales nos llevará más tiempo que otra persona aprender un determinado aspecto o más o menos esfuerzo. Como hemos visto al principio de este discurso, no se nos paga por enseñar un determinado número de horas, sino por enseñar de corazón y esto hará que pasemos con el estudiante el tiempo que sea necesario para que aprenda la lección y no solo la apruebe, sino que la grabe en su corazón y Jehová se sienta regocijado como nosotros al ver su avance. 

Esto implica llegar a un nivel de confianza en el que nos convertimos en amigos. Samuel se tomó el tiempo que fuera necesario para preparar el corazón de Saúl como rey para los israelitas. Aún cuando no estaba convencido o no le gustara la idea de que los israelitas pidieran tan repetidamente un rey. Samuel dejó de lado sus pensamientos y sentimientos para capacitar de buena gana y llegó hasta el punto de que comió con Saúl, hicieron una caminata, conversaron, etc. 

Tal como Samuel, nos tomaremos el tiempo que sea necesario, compartiremos el tiempo que sea necesario para crear un ambiente cordial, agradable, de amistad y confianza donde el estudiante no nos vea como simples maestros, sino como un amigo en quién apoyarse y aprender sin ser juzgado, corregido o puesto a prueba. 

Porque es así como debemos capacitar a otros, siendo amigos que enseñan de buena gana. Así mostraremos una cualidad que agrada mucho a Jehová y que vamos a leer en Romanos 12:10: 

“Con amor fraternal, muéstrense tierno cariño. Tomen la iniciativa de honrarse unos a otros.”

Por lo que hemos visto que para enseñar o capacitar de forma correcta a los demás debemos hacerlo de forma honrada, de buena gana, de corazón sincero. No somos simples maestros, sino que somos amigos cariñosos. Compartimos el tiempo que sea necesario con nuestros estudiantes para que aprendan, porque esto, de buena gana, es lo que deseamos. Que sean colaboradores bien preparados para la gran Obra de Jehová que está a punto de culminarse.